Un Festival de Cine del Desierto con camellos y todo

Por ANDY ISAACSON
Traducción: M. Limam Mohamed Ali

Campamento de refugiados de Dajla, Argelia.
De los honores cosechados por la película épica “Che” de Steven Soderbergh- incluida su nominación a la Palma de Oro y el premio al mejor actor para Benicio del Toro en el Festival de Cine de Cannes de este año- lo más surreal habría sido un camello blanco. Este es el premio más importante ofrecido por el Festival Internacional de Cine Sahara cuya ceremonia tuvo lugar esta en un aislado campamento achicharrado por el sol del desierto, donde las mujeres lucían vestidos largos de colores y las cansinas gafas oscuras de sol que en realidad eran necesarias.

Sr. Del Toro estaba planeando asistir, hasta que nuevas tomas de su película “The Wolf Man” (el hombre lobo) requiriesen de su presencia en Londres. “Habría alucinado,” afirmó Alvaro Longoria, un productor ejecutivo del “Che” “tras apearse literalmente del premio”. (Devolvió el animal antes de marcharse, recibiendo en su lugar una estatuilla de camello.). “Esto es cierto: esto es lo que Benicio y Steven intentaban decir en la película. He aquí: un pueblo que se enfrenta a una guerra por su dignidad y patria, los principios del Che son muy importantes para ellos.”

El Sexto Festival Internacional de Cine Sahara afirma ser el único festival de cine del mundo que tiene lugar en un campamento de refugiados, un engreimiento organizado por cineastas de España para llamar la atención sobre una contienda política apenas reconocida más allá de este rincón del noroeste de África.  Unos 180.000 saharauis, un pueblo musulmán descendiente de árabes y beréberes, vive disperso en campamentos a lo largo de la frontera de Argelia con Mauritania, exiliados de una lucha que se ha prolongado muchísimo con Marruecos sobre el Sahara Occidental, un trozo de desierto en litigio a lo largo de la costa atlántico rico en pescado y fosfatos.

Tras 130 años bajo dominio colonial, España abandonó el Sahara Occidental en 1975 entregándolo a Marruecos y Mauritania. Con el tiempo Marruecos anexionó la mayor parte del territorio y libró una guerra a lo largo de 16 años contra el Frente POLISARIO, un movimiento independista saharaui apoyado por Argelia, que terminó 1991 con un cese al fuego y la promesa de un referéndum que permitiría a los saharauis la opción entre la independencia y la integración.

“Definitivamente hay una responsabilidad histórica,” dijo Dafne Fernández, una de la docena de actores y directores españoles que participan en el festival y la cual, junto con su novio, Carlos Bardem, y su hermano Javier Bardem (que participó en 2008), ha encabezado una campaña de recogida de firmas para instar a España a que induzca a una solución al impasse. Carlos Bardem, Pedro Almodóvar y Penélope Cruz están entre las personalidades del Cine que están abogando por la causa saharaui en España.

Más de cuatro días en mayo, Dajla- un lejano campamento de 30.000 habitantes situado a 3 horas de la ciudad argelina de Tinduf- se convirtió en un escenario para una demostración de solidaridad y de la cultura saharaui. Las banderas del POLISARIO ondearon donde los logotipos de las empresas patrocinadoras lo podrían haber hecho. Participaron cuatrocientas personas, la mayoría de España, que fueron alojadas en cuartos de adobe y tiendas hogares de familias saharauis. Las comidas siempre incluyen carne de camello. En un anfiteatro formado por dunas de arena, el grupo español, Macao se sumó a intérpretes locales en una protesta musical contra lo que llamaban “el muro de la vergüenza.”

Y cada tarde, una vez que baje el mercurio de las alturas, lo que limita la actividad diaria a tomar té (las temperaturas suben a menudo hasta superar los 110 grados F), espectadores bohemios europeos y saharauis se reunían para ver una selección de películas internacionales proyectadas contra una pantalla fijada al lado de camión con remolque.

Muchas de las películas, provienen de varios países, incluida Cuba y Argelia, estaban ambientadas en el contexto de la lucha y la opresión. Entre aquéllas estaba “The Black Pimpernel” (el clavel negro) una película del director suizo Ulf Hultberg sobre el golpe militar de 1973 en Chile, y la película alemana “Die Welle” (The Wave), (La ola) sobre el trabajo de los gobiernos totalitarios. La proyección de películas extranjeras y cortometrajes hechos por saharauis pese a la vida de refugiados evocó escenas de “Cinema Paradiso” con los aplausos de una audiencia embelesada por las  reconocidas bandas sonoras y maravillarse con una representación de un drama familiar que se salía de lo corriente.

Durante todo el festival, profesores invitados de escuelas de cine en España y de San Antonio de los Baños, Cuba, daban clases audiovisuales y talleres de narrativa dirigido a las jóvenes saharauis. Con fondos internacionales, la construcción de la Escuela de Cine del Sahara comienza este verano, que estará situada en otro campamento y ofrecerá un programa de estudios que dura un año entero en cine y televisión. Los campamentos están consiguiendo videotecas con proyectores y equipos de sonido.

Aunque esto pueda dar la impresión de que sea un extraño lujo para un empobrecido pueblo que tiene por morada al desierto- el presupuesto del festival de 300.000 euros ($ 425.000) fue recaudado gracias a las contribuciones públicas y privadas- los saharauis consideran al cine como un medio de gran importancia para su apoderamiento.

“Los saharauis necesitan expresar sus ideas desde su punto de vista, no solo desde el punto de vista de los europeos que vienen a vernos,” puntualizó Omar Ahmed, director del festival. “Necesitamos los instrumentos para salir del embargo informativo en el que Marruecos nos ha sumido y proyectar nuestra cultura y causa hacia el mundo.”

Entretanto, como este año las Naciones Unidas reanuda sus esfuerzos para negociar un acuerdo- y una impaciencia creciente entre los jóvenes saharauis que fomenta radicalismo- la guerra de propaganda continúa. Justo ese mismo fin de semana, en Dajla original, una agradable ciudad costera en el Sahara Occidental bajo control marroquí, el gobierno allí organizó su propio festival para desviar la atención de los campamentos. O así dice el POLISARIO: Marruecos afirma que semejante cosa no existe.

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