Mi tren favorito

 

Llevaba sumergido quince minutos
un cuarto de hora leyendo
aleteando entre nubes de letras
palabras, mimos, silencios
y el incesante traqueteo de mi tren favorito.

Enfrente
abrazada a su coqueta mochila
dormitaba sonriente una joven estudiante;
página 184
"La miré, la giré, la olí,
traté de morderla... Imperturbable..."
y la lectura devino imposible
El imposible olvido se me atascaba
imposible seguir leyendo
me estremecí, sudé, algo pasaba
¿O iba a pasar?

Y todo se hizo infierno
fuego, llamas, estruendo
silencio, oscuridad, silencio
humo, silencio, humo
veo, puedo ver
mas no oigo.

Enfrente, ella
sonríe a su sueño inocente
ajena a su vientre abierto
que llora sangre
a su brazo que cuelga
de un hilo de sangre
a su valiente corazón semidesnudo
que se niega a parar
a rendirse
y sigue bombeando sangre.

Bajo la vista
intento verme
quiero sentirme
quiero ver lo que queda de mí
todo es sangre
y con los restos de mi boca
sonrío
al conocer mi parte de tragedia:
no podré escribir ni abrazar
ni echar una mano ni una carta
no podré pasear con los enanos
por la tarde, en el parque, jugueteando.
Todo eso se acabó
y mucho más
Sonrío con mi sonrisa de sangre
muevo la vista
¿Será ésa una de mis piernas?
Ése
seguro que es uno de mis brazos
el derecho, sujetando el lápiz
entre los dedos ensangrentados
¡Qué pena!
Se acabó el tomar notas durante la lectura
El imposible olvido teñido de rojo
yacía inmóvil con sus hojas rendidas
ante la mirada perdida de una cabeza sin cuerpo
¿Será la del chico que discutía con su novia?

Una vez más, oscuridad
silencio, oscuridad, silencio
vuelvo a ver
recupero la vista
recupero el terror, la sangre, el infierno
recupero mi parte de tragedia
mas no así mis piernas
mis brazos, mi ojo izquierdo
mi sangre, mi sangre, mi sangre.

Ahora, la veo a ella
enfrente, inmóvil, risueña
y a corazón abierto
el corazón luchando todavía;
abrió los ojos
acarició con ellos su corazón ensangrentado
su brazo que cuelga de un hilo de sangre
y mi huérfano ojo desfallecido;
se acentuó su angelical sonrisa
me susurró algo
levantó su brazo vivo
me envió un beso
un beso casto, fraterno, solidario
luego
un adiós, un cerrar de ojos
y una sonrisa.

Otra vez, oscuridad
silencio, oscuridad, silencio
casi no distingo el infierno que me rodea
ni puedo olvidar la sonrisa paraíso de ella
aumenta el humo, la sangre
crece la oscuridad, la muerte
me estremezco, vomito
tengo frío
me estoy dirigiendo al paraíso
y allí, mañana
volveré a tomar mi tren favorito.

 

11 de marzo de 2004
Laroussi Haidar, poeta y traductor saharaui

 

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