OPINION

 

MARRUECOS: EL MIEDO A LA LIBERTAD

GRUPO DE OPINION INTERUNIVERSITARIO:
Manuel De Paz Sanchez, U.L.L
Ricardo Aguasca Colomo, U.L.P.G.C
Carlos Ruiz de Miguel, U.S.C.
Sergio Ramirez Galindo, U.L.P.G.C

Cualquiera con dos dedos de frente sabe que el futuro de Canarias y en buena parte el de España depende, directamente, de la conquista por el pueblo saharaui de su espacio vital, del territorio al que sin duda alguna tiene derecho frente a las pretensiones expansionistas de Marruecos.

Cualquiera que esté mínimamente informado sabe también que Marruecos dista mucho de ser una democracia y que, por ello, tiene necesidad de dirigir las miradas y las ilusiones de sus súbditos hacia objetivos exteriores más o menos inalcanzables. El síndrome de todos los dictadores que en el mundo han sido es siempre el mismo, pues subsisten en la medida en que interpretan el papel del jefe indio (en este caso jefe moro), rodeado de peligros y en perpetua escenificación de utopías políticas que dan cierto marchamo de legitimidad ante la patria inacabada o la patria en peligro. En el caso de Marruecos, además, la otra válvula de escapa es la emigración, un suculento negocio que enriquece con la sangre y el sufrimiento de miles de familias a unas cuantas mafias de traficantes de carne humana que, curiosamente, no son reprimidas eficazmente por los cuerpos de seguridad de un estado que, sin embargo, sí tiene tiempo para provocar a sus vecino más próximo tomando simbólicamente un minúsculo territorio insular con afanes chantajistas, porque, efectivamente, la estrategia de Marruecos es profundamente fiel a sí misma, es la estrategia del regateo a partir de los hechos consumados.

Esta técnica del regateo, de bazar moruno, aunque sobradamente conocida, no deja de sorprendernos, puesto que con un descaro inusitado el vendedor intenta negociar con aquello que no es suyo, y pretende por tanto que lo ajeno entre en la transacción sin el más elemental pudor y respeto, sin la mínima honradez que, como diría un famoso historiador británico, resulta condición imprescindible para que los negocios puedan ser tales, es decir, que beneficien justamente a las dos partes. Marruecos no, Marruecos recepta y pretende hacer pingues negocios con lo habido ilegalmente, como en el cuento de Alí Baba y sus cuarenta asociados. Se trata, en fin, de un problema de civilización.

Mientras tanto aquí, en el resto del planeta que no es Marruecos, que a este paso no quedará mucho puesto que el reyito acabará reivindicando todo el paralelo 28 y meridianos más próximos, a la cordura de tratar de encontrar, en el seno de Naciones Unidas, una solución ecuánime, lógica y justa se contraponen las dudas y, lo que es peor, las ambigüedades de algunos políticos profesionales que, en opinión de muchos votantes en Canarias y fuera de Canarias, deberían dar muestras de una mayor coherencia mental, aunque tal vez esto sea pedirles demasiado.

Es cierto, nosotros les elegimos casi como un ritual, quizás para no oírlos más después de dos semanas de campaña, en la que, los muy ridículos, nos prometen el oro y el moro (nunca mejor dicho), y nos cuentan sus estúpidas batallas, pero, claro, el día señalado acudimos a votarles por coherencia institucional, y al día siguiente les vemos henchidos, orgullosos de sí mismos, como si tuviesen derecho a todo. Auténticos zopencos hemos visto que, presuntamente ungidos de "representatividad popular", se creen poderosos y cultos, y opinan sin tapujos sobre lo divino y lo humano y meten la pata sin piedad, una y otra vez, sistemáticamente, y lo que es peor, con indignidad, cegados por el brillo de la soberbia. Especimenes así son una desgracia para cualquier país civilizado. Sí, lo son por una razón bien simple, porque sus dudosos intereses partidarios o personales les impiden ver la luz cegadora de la verdad y de la justicia, la justicia de que un pueblo pueda recuperar aquello a lo que tiene pleno derecho y que le ha sido aviesamente arrebatado. Los más indignos, empero, son los que antaño clamaban por la libertad y la independencia del pueblo saharaui en la tierra de sus mayores y que ahora, por no se sabe bien qué razones inconfesables, jalean al sultanito como voceros mercenarios.

Hará bien el gobierno español, que empieza el nuevo milenio con indudables aciertos en lo tocante a una política exterior de la que España ya dio muestras, en el pasado relativamente remoto, de indudable pragmatismo y sentido común, hará bien, decimos, en no dejarse regatear por Marruecos, en colocar las cosas en su justo medio y en el sitio a que están determinadas por la historia, al margen de los tejemanejes del bazar moruno. Hará bien porque, en el fondo, Marruecos no le teme al referéndum, a lo que de verdad le tiene miedo Marruecos es a la democracia y, claro, ¿cómo va a permitir que los pobladores de las usurpadas provincias del sur decidan sobre su futuro con entera libertad?, ¿cómo va a dejar a los saharauis que opinen sobre sus deseos políticos mientras los "leales" hijos del norte no tienen, ni tan siquiera, el derecho elemental de acudir a las urnas en el marco de una democracia representativa?

Marruecos le teme a la libertad en términos genéricos y, por ello, usará de toda su sabiduría ancestral, de sus técnicas de regateo, para evitar una consulta libre y democrática, y tratará de imponerse por la fuerza y la mentira. No importa, torres más altas han caído.

El Rey de Marruecos teme al Referendúm y a la Democracia.

Agosto 2002


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