Carta de un preso saharaui en la cárcel de Laayoune (El Aaiún) transmitida a France Libertés, Fondation Danielle Mitterrand, el 4 de noviembre de 2002

 

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 Las circunstancias de nuestro secuestro

El 24 de septiembre último a las 10'30 h., cogí un destornillador para arreglar una toma de electricidad en el local en el que organizamos la campaña para las próximas elecciones legislativas. Cuando terminé, me dirigí al garaje donde está mi Renault 4, para poner en su sitio el destornillador.

Por el camino, fui sorprendido por cuatro policías de paisano, que me ordenaron sentarme en el suelo con otros dos hombres a los que no conozco.
Registraron el garaje salvajemente, rompiéndolo todo, e hicieron salir con violencia a mi sobrino. Es así como funciona la policía aquí. Diez minutos después, el jefe ordenó que nos pusieran las esposas, y nos vendaran los ojos.  
Más tarde llegó una furgoneta; golpeándonos, nos empujaron dentro del vehículo. Nos tiraron allí. Se arrojaron sobre nosotros como si fueran leones y nosotros la presa. Nos insultaron Esos ignorantes nos dijeron que si queríamos formar una república, no teníamos más que irnos a la Península Arábica, que sería según ellos la tierra de los bereberes. Y los golpes venidos de todas partes caían sobre nosotros de la cabeza a los pies, haciéndonos vivir el horror.  

Con los ojos vendados, atados de manos y pies, nos tiraron fuera de la furgoneta. Nos quedamos allí tendidos durante dos horas. Después nos levantaron, empujándonos a unos con otros como si fuéramos sacos de harina, mientras nos daban puñetazos y patadas.
Estábamos en un lugar desconocido, con los ojos tapados y las manos y los pies atados. Nos separaron y nos pusieron de rodillas en una habitación.

Los que nos vigilaban murmuraban en voz baja, pero lo bastante fuerte como para que los oyéramos: "Este servirá para S", con referencia al coito, como si fueran homosexuales.
Nos pasaron la mano por encima, por todas partes, como si fuéramos mujeres. Amenazaban con hacerlo peor aún, acusándonos de ser agentes del enemigo, refiriéndose al Frente Polisario.
Si queríamos ir a los servicios, no podíamos más que hacérnoslo encima, con los ojos vendados, y las manos y pies atados que eran nuestro único papel higiénico.

Después de cuatro días en ese infierno, nos llevaron a la Comisaría de Policía "judicial".
Nos preguntaron nuestra pertenencia tribal, nuestra fecha de nacimiento…
Luego nos condujeron a la Comisaría general donde pasamos la noche, tirados en el suelo. Pero después de cuatro días sin ver la luz, nos quitaron la tela sucia que nos vendaba los ojos.

A las 5 de la mañana llegó un policía y nos dijo que firmáramos una declaración en la que cada uno de nosotros afirmaba que quería formar una banda de criminales con el objetivo de quemar una Comisaría de policía.
Dos de nosotros firmaron ante las presiones. Los que no lo hicieron fueron torturados hasta que terminaron cediendo.

El 28 de septiembre a las 10, nos llevaron ante el juez. Nos recibió después de cinco horas de espera. Nos preguntó si teníamos algo que declarar. Le respondimos que queríamos que nos asistiera nuestro abogado.

Desde ese día estamos presos en la cárcel central de Laayoune.
Desde ese 28 de septiembre, nuestra condición es espantosa.

Somos 90 y a veces entre 120 y 130 personas en una celda de 28 m2. Hay presos comunes, drogados que llenan el poco oxígeno que hay con el humo del hachís y otras drogas.
No tenemos respiro. La densidad de la población carcelaria es tal que algunos duermen encima de otros, o bien lo hacen sentados, seis personas duermen en el cuarto de baño que tiene metro y medio de superficie.

Por la noche no podemos ir al servicio; hay que orinar en una botella vacía, o en el cuenco en que nos sirven la comida.
Hemos estado más de un mes y algunos días en esa celda, algo que ningún animal hubiera soportado.

Nos aparecieron ronchas en la piel, como si se tratara de estadio terminal del SIDA, se nos puso la piel como la de una serpiente.
Todo está sucio. Dormimos sobre un suelo húmedo, respirando un aire podrido. Las pulgas y los piojos corren por encima de nosotros.
Nos vemos condenados a una vida de miseria, peor que animales.
El corredor donde pasamos dos horas al día está aún más sucio que la celda, porque respiramos los olores podridos que salen de los servicios.
Las familias pueden venir a vernos una sola vez por semana. Podemos telefonear un día por semana, y llamar a un solo número, pero nos están escuchando. Son nuestros únicos contactos con el exterior, la radio está prohibida.

SOS

Nuestra situación es terrible, nos está matando. Los piojos, las pulgas, las cucarachas, los parásitos y los malos tratos que nos dan son insoportables.
Apelamos a toda persona que pueda verificar este nuestro triste relato a que nos haga una visita si se lo permiten.
De esta cárcel saldremos como personas martitizadas, hombres de carne y hueso que han sido niños todos juntos.

Un preso saharaui

Cárcel de Laayoune (El Aaiún), 31 10 2002


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